Diseño del blog y montaje de imágenes/ fotografias y videos : Mar Buelga. Textos: Olga María Ramos y colaborador@s

martes, 28 de enero de 2014

EL CIPRI, 26 años sin tí

                     
Enrique Ramírez de Gamboa "El Cipri"
             
                                                             "29 de enero
                                                             será fecha imborrable
                                                             porque se fue mi padre
                                                             para no regresar…

Este es un fragmento de mi primer poema, primero de otros muchos, que escribí la madrugada que murió mi padre. Fue un impulso irrefrenable el que me llevó a plasmar en una cuartilla mis sentimientos.

 El 29 de enero de 1988 Enrique Ramírez de Gamboa, El Cipri, falleció y se fue de puntillas, como había vivido toda su vida.

Veámosle en sus últimos años en este reportaje emitido en televisión... 



Conmemoraré su recuerdo haciendo pública una carta a la que he llamado “SECRETO DE CONFESIÓN” y que remití a mis hijos el pasado diciembre.
Enrique Ramírez de Gamboa a través
del dibujo de su hija Olga



EL ABUELO ENRIQUE

Lo que vais a leer ha permanecido en mi intimidad y no por avergonzarme, si no por haber esperado a que llegara el momento oportuno.
Nadie le regaló nada al abuelo por eso cuando os tuvo como nietos se sintió muy orgulloso. El abuelo fue un hombre bueno, aunque de pequeño le llamaban "el terror del barrio".

Su historia la conocéis, más o menos, pero voy a tratar de recordar algunas cosas que, quizás, hayan caído en el olvido o que nunca supisteis.
Vuestra bisabuela paterna Patrocinio Ramírez de Gamboa era una señorita bien, hija de un alto mando de la Guardia Civil de Valdemoro (a Valdemoro le llaman “la fábrica de Guardias Civiles” porque allí está una de las escuelas de formación más importantes de España de la llamada “Benemérita”).
 Era terrateniente y la familia tenía una gran fortuna en tierras

AMOR PROHIBIDO

Patrocinio se enamoró de alguien que no le convenía, sus padres le advirtieron una y otra vez que aquel pretendiente era un bala perdida, que iba por su dinero pero ella estaba enamorada y no atendía a razones. Entonces, y más en aquel ambiente tan severo, desobedecer era castigado con medidas muy duras así que cuando Patrocinio decidió dejar a su familia y seguir a aquel seductor, la desheredaron.
Así eran las cosas. Patrocinio se había llevado algunas joyas y llegó a Madrid.
Antonia Benito, la hermana del Cipri, con tan solo 16
años, al poco de fallecer su madre
Tuvo una hija a la que puso Antonia (la tía Antonia). Ojos azules, rubia (quizás se parecía a aquel padre que le dio su apellido: Benito).
Desconozco si murió o la abandonó, pero el caso es que vuestra bisabuela se quedó sola en Madrid, sin las joyas que fueron a parar a manos de aquel individuo.
 En aquella época, a las niñas las educaban para el matrimonio, enseñándole (según el nivel) a tocar el piano, a coser, bordar… Su habilidad con la aguja la permitió aspirar a modistilla en un taller de costura.
 Con los escasos ahorros, se compró una máquina de coser para llevarse labor a casa.
Chicas tocando el piano. Renoir.
Refleja las costumbres destinadas para las chicas en la
época

 LA INCÓGNITA

Antonia Benito… Enrique Ramírez de Gamboa… dos hermanos de distinto apellido. Esto era algo que, cuando ya fui más mayor, siempre me llamó la atención. No pregunté y me quedé con la sospecha que mi padre y mi tía eran sólo hermanos de madre. No recuerdo cuantos años se llevaban, puede que 3 o 4.
El abuelo siempre sintió un enorme cariño y agradecimiento hacia su madre (os confieso que he tardado muchos años en comprenderlo)
¿Cómo es posible, siendo como era, tan fría con él?
Vamos a ponernos en tiempo y circunstancias: Una mujer joven, sola en una gran ciudad (seguramente muy inhóspita), sin dinero y de nuevo embarazada.
 Lo “normal” hubiera sido dejar al nuevo hijo en la inclusa.
Ved esta imagen: las monjitas están frente al torno que era como una ventana con una plataforma giratoria. Una parte daba a la calle en donde se podía leer:
 “ABANDONADO DE MIS PADRES LA CARIDAD ME RECOJA”


Calle de Amaniel, donde estaba situada la inclusa a principios
del siglo XX
Muchas mujeres cosían para ganarse la vida en aquel
viejo Madrid
Y la otra, a una sala parecida a la que veis donde las monjitas recogían al niño abandonado. Pues bien, por esa decisión de mi abuela de quedarse con Enrique, mi padre la adoraba.
También había admiración… Seguramente el recuerdo de aquella joven mujer encorvada sobre la máquina de coser hasta altas horas de la madrugada…
¡Cuantas veces no se dormirían los hermanos con el machacón sonido del tacataca tacataca!

Patrocinio adquirió fama de buena costurera y la reclamaron de otro taller más elegante.
Cuenta el abuelo que allí se vestía La Fornarina…



Aquí podemos ver y escuchar al propio Enrique, contando esta anécdota en el mítico programa: Un, dos, tres de Chicho Ibañez Serrador.




Consuelo Bello, "La Fornarina"

EL SEÑOR LEONARDO Y SU PARIENTA

 Durante la primera infancia, la bisabuela dejaba al niño al cuidado de un matrimonio (La señá Juana y el señor Leonardo) que vivían en la Costanilla de San Vicente (al lado del cuplé).
Allí lo llevaba el lunes y lo recogía el domingo.

El rey Eduardo VII en su niñez,
Por Winterhalter (1846), Quizás así
como un pequeño príncipe "entregaba"
la madre trabajadora al pequeño Enrique
cada semana.
El pequeño Enrique iba como un pirulí de la Habana: traje de marinerito impecable y un par de zapatos relucientes que, en cuanto mi abuela desaparecía, la pareja pignoraba en la cercana casa de empeño. El dinerito servía para saciar su adicción al vinillo.

El sábado, cobrado el jornal, los despignoraban (desempeñaban) y recuperaban los zapatos que nunca envejecían, circunstancia que debió de intrigar a Patrocinio.
Simplemente y tanto a la vez:
Un molinito de papel


Las carencias de mi padre eran muchas: estrecheces económicas, falta de caricias o de juguetes. En cierta ocasión, el señor Leonardo le regaló un molinito de papel.
Aquel sería su primer juguete (los otros ya se los fabricaba él que siempre fue muy habilidoso). Pues aún haciéndole mucha ilusión, al ver a un pequeño gitanito que miraba con ansía el colorido molinete, el abuelo se lo dio ¿Y qué hizo aquel hombretón? Pues le agradó el rasgo y le compró otro.

A todo esto, sin freno, sin colegio, y casi todo el día en la calle, mi padre se convirtió en “el terror del barrio”. Sus travesuras eran famosas y las peleas de cantos rodados, temibles.

Niños jugando en la calle
En más de una ocasión, vuestra bisabuela Patrocinio tuvo que hacer frente a la rotura de un escaparate y entonces, en medio de la indignación, sentenciaba: “¡Ojalá te hubiese dejado en la inclusa!”
Pues bien, lo que para nosotros es una crueldad, para mi padre era un acto de amor… Y si lo pensamos un poco, eso es lo que era…
Rosaleda del Retiro
Pero rebobinemos: Antonia Benito… Enrique Ramírez de Gamboa…
El padre de Antonia, más o menos sabemos quién era pero ¿el del abuelo?
En las nebulosas del deseo o de la realidad, Enrique recordaba esta escena que le contó a la yaya. “Un día, mi madre me llevó a un parque.

Quedan tantas interrogantes en torno al origen
del padre del Cipri...
Allí espera un caballero muy elegante, de abrigo y sombrero grises, barba recortada y bigotes retorcidos. Cuando estuvimos frente a él, mi madre me dijo: Este es tu padre” ¡Y ya está…!
No hay más pistas. Tenemos un eslabón perdido
¿Fue un amor prohibido? Sin duda ¿Quizás un aristócrata? ¿Un financiero? ¿Un poeta?
Nunca lo sabremos. Lo cierto es que la vida del abuelo no fue fácil.

 Una tarde, tendría 8 o 9 años, dibujaba al carboncillo sobre la acera al rey Don Alfonso XIII y el parecido era tal que se había formado en derredor un círculo muy nutrido de curiosos.
Esto debió de llamar la atención del pasajero de un coche que mandó parar el vehículo.
Alfonso XIII

Conde de Romanones
El conde de Romanones, pues este era el caballero en cuestión, se acercó y tras observar el dibujo, sacó una tarjeta de su bolsillo y se la extendió al pequeño Enrique mientras decía: “Dile a tus padres que vengan a verme”

Aquella tarjeta se quedó en el cajón de los hilos de la máquina de coser. ¿Quién sabe qué hubiera sido de su vida si su madre hubiera tenido en cuenta aquella tarjeta?
Pero el destino estaba marcado porque todo hubiera sido tan diferente que seguramente no hubiese conocido a vuestra abuela en la orquesta del Café Universal y yo no estaría aquí contándoos estas cosas…

El Cipri y Olga pareja feliz y musical

Y hablando de "La yaya", creo que es el momento oportuno de que escuchéis una de las más maravillosas creaciones del "Cipri", dedicada precisamente a Olga Ramos... La yaya 





 Un viernes 13, fatídica fecha, Patrocinio murió del corazón. Tenía 41 años y sus últimas palabras fueron: “mis hijos… mis hijos…
 Pero mejor dejaré que sea él mismo quien relate lo acontecido aquel día:

Ilustración del propio "Cipri" para
ilustrar la primera parte de aquel fatal día, perteneciente
a "El Madrid que conocí" de la que fue autor
 “Aquel fue un día fatal para mí. Acababa de darme un varetazo el boyero de una carreta que puse a andar mientras él descansaba, según costumbre, en la taberna del Tío Jacinto (situada frente a la finca número 17 de Conde Duque) cuando, el portero de la casa 50 a la que nos acabábamos de mudar, dándome un fuerte tirón de orejas, me dijo: -¡Anda a tu casa, so golfo, que tu madre se está muriendo! 
Así fue, en efecto; el martes 13 de septiembre de 1919, a causa de la secuela que nos había dejado en herencia, la primera guerra mundial falleció mi madre de un ataque al corazón… 
 Entré cuando exhalaba el último suspiro; cuando, con voz velada, susurraba: “¡Mis hijos!” 
Y nos quedamos solos en el fragor propicio de ruina y desamparo de aquel mundo cochino Y fuimos separados por causa del destino; y tú fuiste ultrajada y yo envilecido Por eso cuando escucho noticias de un suicidio de aquel que deja el mundo me siento compasivo

 E. R. DE G.

Y terminamos con este bolero de Enrique Ramírez de Gamboa, con arreglos musicales suyos y que canta su querida esposa, Olga Ramos, en donde podemos escucharle tocar el saxo.



Si queréis conocer más sobre el Cipri y sus vivencias, no dejéis de visitar el blog: (Haz click sobre el enlace)
El madrid que vivió el Cipri
Basado en su libro: "El Madrid que conocí" ("Relatos de un ex-golfillo")


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