Mientras tanto, el rey Gaspar en su maravilloso palacio de marfil en medio del asiático desierto de Gobi, preparaba su equipaje y le comentaba a su esposa Pargás que ya había llegado el momento de comenzar a prepararse para irse a trabajar, tal y como lo hacia un solo día al año -¡Ja!- gritó enfadada, la reina. “Si no supiera yo con quien te vas la noche del cinco de enero y lo que haces con tus dos “colegitas” los “soberanos” Melchor y Baltasar. ¡Que poca vergüenza!, decir que te vas a hacer regalos a los niños... ¡Menuda excusa!
Las tres reinas estaban tan molestas, que nada más terminar las conversaciones con sus maridos, decidieron llamarse unas a las otras. Y así lo hicieron, en tan solo unos minutos, a pesar de las lejanas distancias que las separaban, las tres en una conferencia múltiple estaban hablando y maquinando un plan, para descubrir que era realmente lo que hacían sus maridos una noche al año.
“Pero, ¿Vosotras os creéis que se van a hacer lo que realmente dicen que hacen?- preguntó Chormel. -¡Pues claro que no!, Una de mis sirvientas me ha dicho que su novio que es español le ha dicho que el año pasado los había visto jugando en un casino de una ciudad muy cercana a Madrid- comentó Rastabal. Pues a mí, me han contado- replicó Pargás- que cada año cierran varios locales cerca de Barcelona y que allí bailan, cantan y se reúnen con amigos juerguistas hasta que amanece y se tienen que volver. ¿Qué os parece si este año, les estropeamos sus planes, acompañándolos?- comentó timidamente , Chormel la esposa del rey Melchor. -¡De acuerdo!- dijeron las otras dos soberanas” Y dicho y hecho, así se lo comunicaron cada una a sus esposos. Este año, las tres irían a “repartir” regalos con su maridos y de paso se cerciorarían de que los tres decían la verdad.
Melchor, Gaspar y Baltasar, se reunieron en la casa de su compañero Papá Noel, en Laponia. Como hacían cada año, días antes de navidad para comparar los listados de los regalos que cada uno repartiría e intentar no repetir alguno de ellos. No salían de su asombro. ¡Qué desconfiadas eran sus esposas! No se creían que cada año viajaran solo a repartir regalos. Y como nada tenían que ocultar decidieron por unanimidad aceptar ser acompañados por sus consortes en el reparto de obsequios navideños de cada mes de enero. “Pero, si nos ayudan a repartir, deben de trabajar tal y como lo hacemos nosotros en los días previos a nuestro viaje. ¿No os parece? -dijo Gaspar. ¡Nos parece bien!- acordaron Melchor y Baltasar.
Y así fue como Chormel, Pargás y Rastabal se pasaron horas y horas leyendo y clasificando las cartas con las peticiones de los niños y niñas de todo el mundo.
Empaquetaron y colocaron millones de regalos...
Así
llegó el día de la cabalgata. Ese año muy especial, pues habría
seis carrozas. Todos los niños y hasta los mayores estaban
entusiasmados.
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