Aunque ya expliqué que, según
la RAE, lo correcto es Baturrillo, permítanme los señores académicos, que siga
utilizando “Batiburrillo” que me parece palabra más traviesa y acorde con el
desconcierto, el desorden, el barullo…
Pues seguimos con los cómicos,
en este caso:
LUIS ESTESO
Luis Esteso López de Haro cuyo nacimiento no
acaba de precisarse si fue en 1881 o 1879, nació en la localidad conquense de
San Clemente y murió en Madrid en 1928. Fue un artista cómico excepcional,
además de escritor que abarcó diferentes géneros literarios
Luis Esteso tenía un humor natural, bullanguero y
espontáneo.
Se ceñía flexiblemente al público que lo escuchaba, por lo
que en La Latina era bastante bestiajo y en el Romea se ponía finolis.
En el Romea... Finolis |
Aquí le tenemos en tres distintos historietas bien divertidas.
Cuando actuaba en La Latina, el teatro se abarrotaba de
chulapos del barrio de la Cebada y Lavapiés. Entonces, Luis Esteso muy chulangano
se largaba el siguiente parlamento:
“De puro
chulo que soy, me despierto solo, me columpio en un chorizo, me saco la raya
con una motocicleta y me abrocho la americana con un berbiquí.”
La respuesta femenina se la daba la frívola Fornarina que,
en esta ocasión, convertía su picardía en fina chulería:
“QUE SI SERÉ CHULA,
Y ESO NO ES BROMA,
QUE ME LAVO LA CARA
CON ESCAROLA,
Y ME PLANCHO LAS MEDIAS
CON ALMIDÓN
Y ME COMO EL COCIDO
CON TIRADOR...”
Luis Esteso, genial humorista, se bifurcaba en dos facetas
completamente opuestas: el que hacía reír a la gente soltando burradas y el
Esteso austero, serio e intelectual.
En este caso le vamos a escuchar su particular versión de
“El crimen de Cuenca”
Estaba casado con Dª Polonia, a la que llamaban “La
Cibeles”, también artista y con la que solía formar pareja.
Luis Esteso en dos de sus caracterizaciones |
Tenían una niña: Luisita que, más tarde, seguiría los
pasos de sus padres.
Luis Esteso murió en plena dictadura, a causa de un cáncer
de laringe. Cuentan que un instante
antes de morir les dijo a su mujer y a su hija:
-¡Yo me voy! ¡Ahí os quedáis con Primo de Rivera...!
Esa fue la última broma que recorrió los Madriles...
LUISITA ESTESO
Luisita Esteso, hija del genial humorista Luis Esteso, se
especializó en caricaturizar canciones e intérpretes, intercalando comentarios
que hacían las delicias del público.
Vayamos conociendo la comicidad de Luisita con esta
grabación en la que con gran genialidad alterna monólogo y canto
Tenía un fino sentido del humor; era espontánea y,
seguramente por sus improvisaciones, gozaba del aprecio de la gente que la
seguía, incondicional, en sus actuaciones.
Sin embargo, no fue siempre así; el ser hija de quien era,
no la ayudó, excepto, claro está, en los preciados genes heredados (si lo sabré
yo…).
Las comparaciones de los escépticos, retrasaron su
consagración definitiva. Pero a fuerza de un humor muy bien hecho y de una
comicidad innata, se fue imponiendo hasta conseguir ser reconocida como una de
nuestras mejores cómicas.
En la memoria de cuantos tuvieron la suerte de verla
actuar, quedará el recuerdo de Luisita Esteso en el papel de niña bien, mamá de la artista, rumbera,
cantaora tanguista o tan tonta como “La tonta Tomasa” que fue una de sus
canciones más celebradas:
Sin duda, la natural espontaneidad de Luisita Esteso, le
granjeó para siempre, la admiración y el cariño del público.
DOS HISTORIAS
PERRUNAS
EL PERRO
PACO
Aunque se adelantó al Madrid cupletero, es menester que el
perro Paco figure en esta relación pintoresca.
Se hizo muy popular entre 1.881 y 1.882.
Su primera aparición, digamos pública, fue en el Café de
Fornos “entablando amistad”, casi de
inmediato, con el marqués de Bogaraya.
Él fue, precisamente, quien le bautizó con ese nombre.
Su cobijo nocturno eran las cocheras de la calle de Fuencarral. En
cuanto amanecía ya estaba Paco por la calle, visitando cafés y tabernas, al
quite de algún churro o porra.
Este perro, que a todos caía en gracia, era de pelaje tosco y oscuro siendo
difícil adivinar su raza, suponiendo que la hubiera tenido.
De su aseo diario se ocupaban los empleados de limpieza del
Ayuntamieno que, bajando la presión de sus mangueras, duchaban a Paco hasta
dejarlo reluciente.
Además de frecuentar restaurantes y teatros, a Paco lo que
le gustaba eran los toros; así que cuando olisqueaba en el aire el tufillo de
los cornúpetas, se dirigía a la plaza de turno para “colarse” y asistir a la corrida. No había crítico mejor, ya que cuando la lidia no era de su
agrado, Paco demostraba su desaprobación
ladrando furibundo.
En cierta ocasión fue volteado por “Florido” un toro de poca casta que lo elevó
a las alturas, afortunadamente sin consecuencias.
Sin embargo, no corrió la misma suerte cuando, repitiendo
la protesta, fue ensartado por un mal novillero apodado “Pepe el de los
galápagos”. A pesar de la rapidez con la que los monosabios le llevaron a la
enfermería, nada se pudo hacer y Paco murió el 21 de Junio de 1.882.
Un rugido de rabia brotó de las gargantas de los
espectadores y aquel mediocre y cobarde lidiador, tuvo que salir de naja,
entre la indignación del público.
Su muerte fue muy sentida, dedicándole varias esquelas en
los periódicos e incluso el Rey Don Alfonso XII, le envió al marqués sus
condolencias.
Frascuelo, Eduardo del Palacio y el propio marqués,
decidieron mandarlo disecar y estuvo expuesto en el museo taurino, ubicado por
aquel entonces, en la esquina de las calles de Alcalá y Fuente del Berro.
Cuando, siete años más tarde, cerraron este museo, el
marqués lo hizo enterrar en el parque del Buen Retiro.
La historia dio lugar a una Polka |
¿Fue Paco la reencarnación de un castizo que no se
conformó con viajar “de Madrid al cielo” y prefirió seguir en el “foro”
terrenal?
UN PERRO PÍCARO
Perro Vagabundo |
En el pórtico de la iglesia de San
Sebastián, próxima a la calle Atocha, se plantaba cada día un perro vagabundo
que, muy
digno y erguido, se sentaba a la espera de que alguien depositase a sus
patas alguna moneda.
Cuando esto sucedía, la recogía
delicadamente con la boca y, raudo, la dejaba caer sobre el mostrador de una
pastelería próxima.
El pastelero entonces, le
entregaba un bollo que el perro, de vuelta a la iglesia, mordisqueaba
placenteramente.
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