Olga Ramos en su local de la Calle de la Palma |
“Y aquella calle tan ancha
llamada de San Bernardo
que se perfuma de noche,
cuando pasea Olga Ramos…”
María Jesús Flórez |
Hoy conoceremos un poco mejor la Calle de San Bernardo. Empieza en Sto. Domingo y termina en Quevedo, cruzando la Gran Vía y la plaza de Ruiz Jiménez.
Calle San Bernardo |
Calle San Bernardo y alrededores |
Ha tenido muchos nombres: Fuencarral, Puerta de Fuencarral, Noviciado de la Compañía de Jesús, Convalecientes de San Bernardo y Ancha de San Bernardo. Semi-esquina con Gran Vía, estaba el Hospital de Convalecientes fundado por fray Bernardino Obregón, el de la bofetada en la c/ Postas, de lo que hablaré en otro momento.
Lo de Calle Ancha de San Bernardo, era para diferenciarla de la Calle Angosta de San Bernardo (hoy de la Aduana). En 1865 perdió el adjetivo de Ancha.
También tenía tantos nombres porque cada tramo se llamaba de una forma, incluso fue conocida como la “calle de los palacios” por la gran cantidad que en ella se alzaban.
Entre 1.936 – 1.939, se llamó de Francisco Ascaso, conocido anarquista de esta época.
Francisco Acaso dio nombre a la Calle San Bernardo de 1936-1939 |
Palacio de la Marquesa de Sonora |
Palacio de Los Bauer, años 50 |
Palacio de la Marquesa de Sonora, hoy el Ministerio de Justicia.
Palacio Bauer, o de los Marqueses de Guadalcazar, hoy la Escuela Superior de Canto
Palacio de la Duquesa de Parcent
Palacio de la Duquesa de Parcent |
Palacio de los Marqueses de Castromontes, hoy Instituto Lope de Vega.
Palacio de los Marqueses de Castromontes |
Edificio de la Universidad Central en 1920, antes Noviciado |
Palacio del Noviciado de los Jesuítas |
Curiosidades
Primer despacho de loterias de Doña Manolita en la Calle San Bernardo |
En el nº 20 vivió y también salió hacia la horca D. Rodrigo de Calderón, el del Orgullo.
Palacio de Don Rodrigo de Calderón en los años 50 |
"Alacena de la monjas" |
Montserrat y Las Salesas |
Iglesia de Montserrat |
Ya, al final de la calle, nos encontramos con el Hospital de San Pedro de los Naturales, último lugar donde estuvieron los restos de Calderón de la Barca, y desde donde se perdieron finalmente.
Calle de Postas y el cambio de Bernardino Obregón
La C/ Postas comienza en la esquina de Esparteros y Mayor. Es una calle con historia y leyenda, ambas muy bonitas y curiosas.
En esta calle estaba la estación de las postas, es decir de correos, postal, viajeros, los carruajes eran de tracción animal y esto se prolongó hasta el comienzo del automóvil. De esta calle estuvieron llegando y saliendo las postas durante muchísimo tiempo. En su principio era más estrecha que ahora, por lo que apenas había espacio para el movimiento de los carruajes; todo ello llevaba a ruidos, frecuentes riñas y accidentes por lo que las protestas de los vecinos eran contantes ya que el escándalo era de día y de noche.
Además, había talleres de atalajes y guarniciones, herradores, almacenes de pienso y forrajes, y, por supuesto en el suelo, residuos de todo tipo, incluidos los digeridos por los animales, por lo que el olor se notaba a medio kilómetro a la redonda. También las diligencias de viajeros entraban o salían a altas horas de la madrugada y con ello saludos o despedidas, más los gritos de los trabajadores, los relinchos de las caballerías, etc. Es natural las constantes protestas de los vecinos al Corregidor, pero no servía de nada, porque los ruidos continuaban. Pero existe una anécdota muy curiosa ocurrida en esta calle.
BERNARDINO OBREGÓN
Calle de La Sal hacia Esparteros, lugar del suceso que relatamos |
Venía de la calle de la Sal y subía hacia Esparteros, que ya sabemos hace esquina con Postas, un hombre barría la calle y con tan poca fortuna, manchó el traje del presumido militar, a quien dominó la cólera, pues un villano se había atrevido a estropear su traje y no lo dudó, abofeteó al barrendero dejándole una marca roja en la cara.
El pobre hombre, al pronto se quedó paralizado, pero luego, con humildad, se descubrió y le dijo serenamente: -Señor, en mi vida me he visto más honrado que con esta bofetada.
Esta actitud se grabó en el espíritu de militar. Pocos días después, llamó al Hospital de la Villa y solicito modestamente: -Por favor, admítanme como el más humilde de los enfermeros del establecimiento.
Otro día hablaremos de Bernardino Obregón.
Antigua Relojería de la Calle de la Sal |
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